Roman PolanskiTítulo: El infierno son los otros Entrevista: El País (Madrid) Año 1999 |
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Javier Rioyo Es genial y apasionado. Nervioso, voluble, simpático o irritable en cuestión de segundos. Está contento en su retiro de Ibiza, en una casa que construyó el arquitecto catalán Paco de la Guardia siguiendo los deseos del controvertido director. En una lujosa y tranquila urbanización, en lo alto de una colina, con unas impagables vistas sobre el Mediterráneo, tiene Roman Polanski su refugio de verano, su particular paraíso, desde principios de los ochenta. Una residencia que mezcla el estilo ibicenco con reminiscencias japonesas o mexicanas. Al borde de la piscina realizamos la entrevista, bebiendo un té frío y tomando una tarta de manzana, mientras su hija de seis años solicita la atención de su padre, su pequeño hijo duerme una siesta en el asiento del coche y su mujer, la actriz Emmanuelle Seigner, pasa de nosotros, que no podemos evitar mirar de reo jo a la hermosa francesa. Para ella somos invisibles. La conversación viene marcada por el deseo expreso y firme de Polanski de no querer hablar de su pasado, de los felices y turbulentos años sesenta, de las historias macabras que han rodeado su existencia, de las condenas, las cárceles, las menores y las otras mujeres que han marcado su vida. Tiene 66 años que no aparenta, una mujer de 33, dos hijos pequeños, 15 largometrajes como director, unas cuantas óperas, muchas actuaciones y más de 15 guiones. Bajito, fibroso, rápido de andares, de ojos pequeños e irónicos, de risa fácil, de lengua rápida y de memoria selectiva. Puede recordar muy bien su infancia de niño judío en el gueto de Cracovia, en la Polonia ocupada por los nazis, y no situar el lugar del rodaje de su penúltima película. Hace tiempo dejó por escrito el hartazgo que le producía la imagen distorsionada que de él han dado los medios informativos. Está cansado de los malentendidos, de los lugares comunes que se han contado acerca de la tragicomedia de su vida. Ahora se cumplen 30 años del asesinato ritual de su mujer Sharon Tate, que murió en compañía de unos amigos en su residencia californiana el 8 de agosto de 1969, en los años emergentes de la cultura hippy, a manos de la siniestra familia Manson. Quiere hablar de cine, de su última película, La novena puerta que se estrena en España el día 27, y no de las muertes, los excesos y las pasiones que han rodeado a uno de los más complejos cineastas de nuestro tiempo. La cita es a las seis de la tarde. Puntuales llamamos a la puerta, un sirviente oriental y sonriente nos dice que los señores no están en casa. Insistimos, nos deja pasar al recinto de la piscina, a los salones de verano. El espacio abierto a la piscina, con vistas al mar, tiene una decoración de tonos blancos, diseño confortable y una escultura de un hombre desnudo de la holandesa Eja Sipman. Ninguna señal de gustos diabólicos. Todo parece pensado para el placer de no hacer nada, todo agradable. El sirviente nos anuncia la próxima llegada de Polanski. Afable, sonriente, en camiseta rosa sin mangas, pantalón corto y descalzo llega Roman Polanski. Pequeño, pero no enclenque, algo peludo, delgado, despeinado y con un tono de adolescente que no desaparece ni en esta edad de jubilación. Perdón por la espera, Había olvidado la cita. Estaba con mi familia en un bar de dulces. Ahora tomaremos una tarta de manzana, ¿les apetece? No para de moverse, nos ofrece té, nos invita a sentarnos al borde de la piscina, nos cambia de sitio, no nos presenta a su mujer, habla contento de su casa, de esta retirada tranquila del mundanal ruido ibicenco. ¿Pero usted conoció la isla en los tiempos hippies? No, yo vengo a Ibiza desde finales de los setenta. Ésta es mi primera y única casa en la isla. No conozco los tiempos hippies de la isla, para mí es un lugar tranquilo y con buen clima. Está a punto de estrenar la segunda película que rueda en España No, es la primera vez que hago una película en España. ¿Y La muerte y la doncella, en aquellos paisajes gallegos? ¡Ah, síií es cierto! Pero, ¿seguro que Galicia es también de España? [risas] Galicia, claro, sí; en realidad, es la verdadera España. Empieza a recordar otras estancias españolas. Apenas guarda memoria de su primer viaje español. Una vez lo recordó por escrito. Vino en los finales de los cincuenta, acompañando a su novia, que pronto se convertiría en su primera mujer, una bellísima actriz polaca, Barbara Lass, que presentaba una película en el festival de San Sebastián. Ella era una hermosa ingenua, que pretendían lanzar como una especie de Brigitte Bardot del Este. El joven Polanski era un ardoroso defensor del arte por el arte, un rebelde apasionado. Unos productores españoles quisieron contratar a su novia; él se opuso, ante la decepción y la sorpresa de la bella Barbara. Las razones que recuerda Polanski son de índole política y también egoístas. Por un lado, le molestaba aquella España franquista donde resultaba extraño y complicado que aquellos dos jóvenes polacos compartieran habitación sin estar casados. Recuerda a los policías españoles patrullando por las playas con cintas métricas, comprobando las dimensiones de los trajes de baño y arrestando a mujeres en biquini. También le importaba que su joven enamorada se quedara lejos de él durante meses. También he rodado unos cuantos anuncios publicitarios en España. Recuerdo uno de un perfume y otro de un coche por el desierto de Almería. Pero tiene razón, no se me puede olvidar el rodaje gallego de La muerte y la doncella. También con un texto de un escritor en español, del chileno [no me deja decir su nombre]. De idioma español, ¡no español! Porque si le dice español se enfadaría. No se me ocurriría; yo sólo pretendía saber si tiene predilección por autores en español, si conoce el idioma; en fin, si le gusta lo hispano, España? Pues sí, ahora me gusta España; también su idioma, que entiendo pero no domino. Me gustaría conocerlo como el francés, como el italiano, pero no es así. Ni siquiera conozco demasiado de su cultura, de su cine. ¿Y cómo le llegó el libro de Arturo Pérez Reverte El club Dumas, en el que se basa su película La novena puerta? Primero me llegó el guión de Enrique Urbizu, que me pareció muy interesante; después leí el libro de Pérez Reverte en francés. Me gustó mucho el libro, me pareció como un viaje apasionante; llamé a un guionista con el que suelo trabajar, John Brownjohn, y aquí estamos con la película a punto de estrenar. ¿Y conocía bien la historia de la Inquisición, nuestro famoso Santo Oficio, nuestra leyenda negra? ¿Que si lo conozco? Sabe, yo soy director de cine, no fontanero. Y eso que yo creo que hasta un fontanero conoce las siniestras historias de la Inquisición. La verdad es que consiguieron ser muy internacionales, también en Polonia sufrimos su presencia. Sé que empezó en España, pero se difundió muy bien, se dio a conocer muy pronto, por ella tuvo que huir tanta gente, sobre todo los judíos. Ah, y no olvide que el primer gran inquisidor, Torquemada, también era judío. [Es tan rápido que antes de terminar la pregunta ya está saltando, al principio molesto o sorprendido porque creyó que dudaba de sus conocimientos sobre la Inquisición. Después, relajado, cuando habla del judaísmo vergonzante de Torquemada]. Las nueve puertas del reino de las sombras, así se llama el libro que Lucas Corso, mercenario de la bibliofilia y cazador de libros por cuenta ajena, es, según la novela de Pérez Reverte, el único ejemplar que se salvó de las hogueras de la Inquisición en 1666. Ese año de dígitos tan demoniacos es cuando, según la ficción, se quemaron los ejemplares de ese libro que tiene el poder de hacer comparecer a Satanás. Con esa historia, con el viaje diabólico de Lucas Corso que interpreta Johnny Depp, al lado de otros personajes bibliófilos, inquietantes mujeres poderosas, falsificadores, coleccionistas y otros de los que componían la historia que nació de la novela El club Dumas, es con la parte de la historia que decidieron trabajar Polanski y sus guionistas. No está en la película la historia del manuscrito de Alejandro Dumas. Otra vez realiza una historia diabólica [No me deja concluir, salta como un resorte, entre irritado y escéptico]. Ya sé, ya veo que quiere volver, como casi todos, a situarme en la parte diabólica. Ya está otra vez Polanski con sus infiernos, con sus demonios. ¿Por qué empieza diciendo otra vez? Lo mismo que me dicen en Francia. ¡Pero cuántos diablos he rodado yo! ¿En La muerte y la doncella había diablo? No había. Como no lo había en Tess, ni en El cuchillo en el agua, ni en Chinatown Ni en casi ninguna. [Yo aguanto el chaparrón, quiero decir algo, pero él sigue lanzado con un genio de todos los demonios, pero simpático]. No sé por qué la prensa cuando te hace un molde quiere que lo aceptes. Y si tienes la audacia de rebelarte contra ellos, la gente se espanta porque quiere que aceptes lo que hay en el ordenador. Das en el botón Polanski y ahí tiene que aparecer esoterismo, diablo, rituales, sexo [Sigo intentando calmarle, le hablo de la presencia simbólica del mal con otras formas, de diablo metafórico Se controla un poco, me sonríe]. No, si no es usted el único. Si me pasa con todos los periodistas. Hace tres semanas fui a Múnich para una retrospectiva de mis películas. Durante la jornada vi a una decena de periodistas y todos me dijeron lo mismo. Yo les dije: Me habéis invitado aquí para una retrospectiva de mi cine, habéis visto desde mi primer corto hasta el último filme: ¿cuántas tratan de diablos?. Yo quería hablar del mal, repito; de lo metafórico, de los hombres enfrentados a fuerzas extremas que no controlan, eso creo que es una constante en su cine desde El cuchillo en el agua. ¿En el sentido metafórico? Sí, eso quiero decir Es cierto que la metáfora del mal me interesa desde siempre. También es verdad que en La novena puerta la presencia del diablo es una realidad más precisa. Se trata de un libro que puede convocar al diablo y ese constituye el tema central de la película. Es posible que tenga predilección por esos temas. En cualquier caso me divierten. Pero no soy religioso, no soy supersticioso. Yo no tengo interés en la metafísica, ni en el esoterismo, pero quizá sí se pueda decir que me divierten de alguna manera Es posible que tenga que visitar a un psicoanalista para saber por qué hago películas de este estilo. Mire, le contestaré francamente. Fui hace poco a Viena, allí montaba un musical sobre mi película El baile de los vampiros, lleva ya dos años en cartel, es un gran espectáculo que tiene un gran éxito con llenos todas las noches. He vuelto porque en dos años han cambiado el casting, porque después de dos años, algunos se han ido, hay que hacer sustituciones. Fui con Emmanuelle, mi mujer desde hace 10 años, madre de mis hijos. El espectáculo era muy excitante. En un momento dado, ella se gira y me dice: De verdad, lo que haces mejor son las historias de vampiros y de diablo. O sea, mi propia mujer me dice eso, ¡cómo me puedo enfadar con los periodistas! [Sonríe, el enfado está superado, reconoce sus habilidades para los mundos diabólicos. Le llama su mujer. Se levanta, nos pide disculpas y dice]: Perdonarme, me pide dinero, ¡como todas las mujeres! Usted es un racionalista, no cree en el diablo ni en los infiernos, ¿piensa que el infierno son los otros? Sí, siempre me gustó esa frase, verdaderamente el infierno son los otros. [En ese momento llega su pequeña hija. Polanski le pregunta: ¿Qué hay, querida? ¿Necesitas algo?. Ella murmura. Él dice: ¡Tu billete! ¿Pero lo necesitas ahora, vas a comprar algo?. Ella, firme, contesta: No, pero quiero ponerlo en su sitio. Contesta el padre: Ya te lo daré después, luego lo pones en su sitio]. ¿Dónde estábamos? Ah sí, en los infiernos. Es cierto, no siempre el infierno parece algo metafórico. Yo, el verdadero no lo conozco. Quiero decir que no participo de eso que algunos pueden imaginar, no veo nunca al diablo como alguien que cuece a la gente en una barbacoa. Evidentemente, ese no es el diablo del libro ni de su película, ¿pero qué fue lo que le motivó para llevar la novela al cine? La historia que me fascinó es la trama del libro, el viaje, la busca del libro. En El club Dumas hay varias intrigas, pero nosotros hemos elegido la principal, la historia de Corso y del libro de Las nueve puertas del reino de las sombras. De ahí el título de la película, La novena puerta, y no El club Dumas, porque esa intriga no existe en la película. Me he centrado en la historia de un objeto que venero, que adoro, el libro. Y no recordaba ninguna película en la que el personaje fuera el libro, es esa posibilidad de hacer al libro protagonista lo que más me sedujo del proyecto. También es una película de suspense. Hay una historia de investigación, una trama de cine negro como en Chinatown. Allí no había elementos sobrenaturales, pero sí había detective privado. Aquí también hay un detective privado, pero de los libros, un investigador privado experto en libros antiguos. La trama negra y la esotérica unidas en una película suya, ¿eso puede ser muy del gusto de su público más amplio? Es cierto que lo esotérico me gusta mucho para el espectáculo. Como a los niños les gusta lo misterioso, las historias de fantasmas, de vampiros. No se les puede preguntar por su filosofía de la vida, no la tienen a su edad, pero les gusta. Como les gusta pasar miedo en un tren fantasma de la feria, no te preguntas por qué quieres pasar miedo, lo tomas y basta. El miedo también es divertido, el miedo está hasta en Disneylandia. ¿Entonces le gustan esos temas con la ingenuidad de un niño, no como un adulto que sigue creyendo en brujerías? Exactamente. Pero, sabe, en mi vida no es eso lo que me interesa, para nada. Ni son esas lecturas sobre lo esotérico las que me gustan. Mis lecturas son más de temas de ciencia, de tecnología. Leo más libros científicos que novelas. Sin embargo, en un espectáculo me gusta ver Fausto y sus infiernos. También creo que fue importante para el cineasta Polanski el encuentro con el cine de Buñuel. La primera película que vi en la Escuela de Cine de Lodz fue Los olvidados; me impresionó, nunca había visto algo de ese tipo en el cine. La violencia de esa película está tan bien utilizada, no para impresionar, sino para expresar ciertas ideas, pensamientos. Me gustó también visualmente, y el trabajo con los actores, que es muy original. Todo eso era nuevo para mí y estaba deseando ver otras películas de Buñuel. Antes había visto El perro andaluz, pero ahí se notaba más la mano de Dalí, el surrealismo puro; era una buena película muda y corta, más pensada para la provocación. En Los olvidados no sentí ese deseo tan efectista de provocación; había algo original, algo nada convencional que me conmovía. Y esa manera de tratar la religión, la falsa caridad, las creencias que tiene Buñuel son temas fascinantes, asuntos que siempre me han interesado. Nos comentaba que otra de sus pasiones es el cine negro, algo a lo que ya se acercó en Chinatown. ¿Le gusta el cine negro clásico? Cuando hice Chinatown no estaba tan influenciado por el cine negro, sino más bien por la literatura, por Raymond Chandler. Me gustan los libros policiacos, las series negras francesas, los libros americanos del género. El personaje literario del detective Marlow me interesaba más que el cine. Aunque había algunas obras maestras, como la película El halcón maltés, había otras muchas que se dejaban ver, pero que eran interesantes siendo pequeñas, todas aquellas de la serie B, pero no eran una importante referencia cinematográfica. ¿Y el trabajo de aquellos actores, esa forma a veces muy evidente de representar sin disimulos el duro, el bueno, el malo? Ciertas veces parece muy convencional. Viene de un juego de los actores muy teatral, recitaban mucho, pero tenía encanto. Humphrey Bogart, por ejemplo. Hoy, los actores no pueden hablar así. Había pocos actores que buscaran el realismo. Quizá la excepción fueran James Stewart y Spencer Tracy. Los otros hablaban falso, pero a la gente les gustaban, como les puede gustar un tipo de canto. No soy nostálgico de aquella época como para querer recrear ese estilo, pero me gusta ver aquellas películas. Usted ha trabajado con algunas de las grandes estrellas del cine, Jack Nicholson, Harrison Ford, Catherine Deneuve, John Huston. ¿Le gustan los actores viscerales, los de método, los intelectuales? Me gustan los buenos. También me gusta rescatar a viejos actores. En La semilla del diablo pude contratar a cinco o seis grandes actores de la gran época de Hollywood que ya apenas trabajaban, Melvin Douglas, Ruth Gordon, Ralph Bellamy Con ellos era mucho más fácil que trabajar con John Cassavettes; con tanto método y tanto Actors Studio, sólo tenía un método de actuar, de sentirse bien, era estar siempre en zapatillas de deporte. No siempre hay que estar con zapatillas de deporte, a veces hay que actuar con zapatos de charol. La verdad es que nos llevamos bastante mal. En La novena puerta tiene un casting de grandes actores, de alguna estrella tan destacada como Johnny Depp, ¿está satisfecho? Es muy buen casting. La verdad es que no estoy descontento con ninguno. No es tan frecuente porque cuando estás escribiendo el guión te imaginas los personajes, les pones caras, escuchas las réplicas y cuando hay que recrear eso que has imaginado con caras reales no siempre es fácil. A veces el encuentro con la realidad te reserva muchas sorpresas; un gran actor puede resultar mucho mejor cuando lo imaginas que cuando trabajas con él. Pero en el caso de Depp, por ejemplo, ha estado muy cerca de mis deseos, de cómo lo había imaginado. Trabajar con su mujer no debe ser demasiado fácil. No, no lo es. A un actor le pides que sea capaz de mentir, de enseñar sentimientos que posiblemente no tiene, que sepa fingirlos. Pero cuando conoces los sentimientos, la vida verdadera, el ejercicio es más difícil para los dos. Es complicado para la actriz Emmanuelle y para mí como director, nos conocemos demasiado bien y en el plató hay que olvidarse de la relación. Hay que hacer como si no nos conociéramos. Como dicen los ingleses: la familiaridad engendra desprecio. Hay que disimular la familiaridad. ¿Y ese problema es igual o mayor cuando trabaja usted en el doble papel de director y actor? Sí. Pero, bueno, ahí se trabaja consigo mismo. Uno es muy íntimo consigo mismo, con lo cual sientes el desprecio por ti mismo. [Se ríe]. En rea lidad, para mí no es difícil trabajar como actor, más trabajo por estar a los dos lados de la cámara. Me gusta el trabajo de actor, aunque es más complicado cuando además soy mi propio director. Cuando eres actor hay que olvidarse de todo; para actuar bien hay que relajarse y al mismo tiempo concentrarse. Y es muy difícil relajarte cuando tienes que dirigir un equipo. En lugar de pensar en un texto ves que tienes el pie donde no debería estar y cosas así. Un poco más de locura, un poco más esquizofrénico, pero me gusta. Más de una vez ha dicho que prefiere el trabajo de actor al de director. Es más fácil. El actor hace su trabajo de preparación, actúa y luego hace un par de entrevistas y en unos meses ya tiene resuelta su intervención en una película. Yo, hace casi dos años estoy con el proyecto de esta película. Encontrar el tema, trabajar el guión, organizar, montar la financiación, pelear durante la preparación, encontrar los actores. Siempre se presentan problemas que no puedes evadir, presiones dramáticas durante el trabajo. Cuando terminas el largo trabajo de posproducción, el montaje, la sonorización, todo eso Y cuando crees que has acabado, hay todavía unos tíos que, como ustedes, vienen a joderme Todos los demás han terminado, están con otros proyectos, el productor con otra película, los actores se han olvidado Y yo todavía aquí ¡y sin hacernos las fotos! Paramos la charla. Socías quiere que Polanski se cambie. En unos minutos viene con camisa roja y pantalones negros, descalzo por su chalé, se toca el pelo, dice que está sucio del baño. Posa relajado, sabe estar delante de una cámara, obedece y se le nota relajado. Lo que no quiere es posar con el habano que se está fumando; cuida muy bien sus movimientos, sus gestos, sus fotos. Sabe que ahora los fumadores están demonizados por muchos. Él no quiere soportar más semillas del diablo. Ha tardado cinco años en rodar. ¿Por qué tanto tiempo entre película y película? Cuando yo comencé, todo en el cine era más fácil. Ahora, un proyecto puede costar entre tres y cuatro años para convertirse en realidad. También yo he cambiado, también el paisaje cinematográfico ha cambiado mucho. El cine es más caro, los riesgos son más grandes y es mucho más difícil montar un proyecto. También la tecnología ha cambiado mucho en el cine. Cuando llega un nuevo invento; por ejemplo, el montaje digital o las posibilidades de lo virtual, se tiene la impresión de que el trabajo será más fácil, y por un lado así es, pero por otro nos hace el trabajo más largo, necesitamos adaptarnos, cambiar nosotros mismos. Yo viví la llegada del panorámico, su fascinación y su complejidad. ¿Se preocupa mucho por la técnica, por reciclarse en los nuevos sistemas? En realidad es eso lo que más me interesa. El cine es mi tren eléctrico. Para la mayoría de mis colegas también lo es; a todos nos interesa saber cómo va cambiando el juguete, cómo se hace más complejo o más sencillo; hay algo manual apasionante en la técnica. Pero cuando se habla con periodistas o con críticos, la técnica es lo que menos les interesa. Para mí es lo más interesante. Ahora se le ve tranquilo y familiar, como de vacaciones, ¿ya ha tenido tiempo de pensar en el nuevo proyecto? No estoy tranquilo, para nada. Lo estaré mucho más cuando sepa cuál será mi próxima película. Estoy buscando, hablo, leo, me hacen propuestas, pero es muy difícil elegir. Cuando más conoces las consecuencias de tus decisiones, más te excitas, te inquietas, dudas. Cuando estás empezando, cuando no eres conocido, lo haces y ya está. Pero ahora necesito no equivocarme, prefiero tardar, estar convencido. ¿Qué conoce de nuestro cine, además de Buñuel? Conozco, claro, a Almodóvar. Me gusta mucho su cine, sobre todo su última película, que me parece formidable. Y me gusta como persona. Cuando te encuentras con alguien como él sabes que siempre tendrá algo que decir. ¿Y otros directores, otras películas españolas? Hace algún tiempo conoció a Saura, ¿no? Sí, hace muchos años, en aquel turbulento y politizado festival de Cannes del año
68. Pero ahora he perdido el contacto con el cine español, antes veía más películas
extranjeras. Ahora, las extranjeras que veo son las americanas. Las que atraviesan todas
las fronteras, para las demás cinematografías, excepto en festivales, es muy difícil el
mercado. Ahora no voy a festivales; por tanto, tengo pocas oportunidades de ver pelícu Usted tuvo una infancia llena de dureza, de capacidad de supervivencia, de enfrentarse con el mal, de saber ocultarse. Vio encarcelado a su padre, supo de la muerte de su madre en un campo de concentración nazi. ¿Nunca ha pensado llevar al cine todo aquello? Sí, muchas veces pienso que debo hacerlo. Hace mucho que tengo la intención de acercarme a mi propia historia, a veces creo que sería importante, indispensable para mí, pero tengo que tener la paciencia de escribir yo mismo el guión. Pero usted ya escribió esa historia Pero no para el cine, no para una película, que necesita una historia, no solamente los hechos narrados. Tengo que encontrar un principio, una trama, un final. Y eso falta en mi infancia. Contar anécdotas de un niño durante la guerra puede ser interesante, pero no constituye un tema. Un niño judío que se hizo pasar por católico para sobrevivir, un niño que muy pronto fue actor, como Wojtyla. ¿Le ha conocido? Pues no. Pero durante los años de la guerra vivimos muy cerca; yo estaba en el campo, muy cerca de su zona, a 20 kilómetros de su pueblo. Nunca hubiera imaginado que un joven de una aldea cercana a la mía, que un vecino mío, pudiera ser Papa. Polanski, lejos del Papa, lejos de Dios y del diablo, quiere seguir pudiendo hacer su cine, su particular mirada al hombre, a sus pasiones, a sus obsesiones y sus demonios sin tener que hablar de la mujer que tanto quiso, sin tener que demostrar que no es un perverso enano libertino. Él y las mujeres de su vida saben que no es cierto. Él ha conocido infiernos peores que los que han poblado una parte de su obra. Ahora es un hombre que no quiere descansar, un inquieto buscador de historias que sabe que cada cual tiene el diablo que merece. 22-08-99 |
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13 Dec 2004 |